El celibato, el diaconado femenino y la apertura a los divorciados y los gays serán debatidos en un sínodo mundial este año y el próximo.
El papa Francisco se apresta a concretar un paso muy importante en su pontificado en cuanto al quehacer de la vida de la Iglesia: permitirá que se sometan a un amplio debate los temas que generan más polémica dentro de la institución.
En esa agenda aparecen el celibato y la posibilidad de que hombres casados de probada fe puedan ser sacerdotes en lugares de escasez de vocaciones, el diaconado femenino, la integración plena de los católicos divorciados en nueva unión y de los homosexuales a la vida eclesial y, en fin, una Iglesia en cercanía a los pobres y descartados.
Todo esto será parte de un sínodo (asamblea eclesial) en dos tramos, el primero en octubre de este año y el segundo en el mismo mes del año que viene. Esto comenzó en 2021 con una consulta inédita por la participación del clero y los fieles de todo el mundo con el objetivo de promover el diálogo interno a la luz de la fe.
De allí surgieron una variedad de temas, si bien no se espera que, necesariamente, haya resoluciones sobre ellos y que el pontífice las asuma, sí quiere ser un camino para abordarlos.
A lo que el Papa aspira es a una Iglesia más dialogante internamente ante los desafíos. Dicho en términos teológicos: que discierna la realidad bajo la iluminación del Espíritu Santo.
De hecho, sínodo significa “caminar juntos” y este será, precisamente, sobre sinodalidad. Y para acentuar su carácter dialogante entre los casi 400 participantes no sólo habrá obispos y sacerdotes, sino que en este crecerá la participación de laicos y religiosas ¬–serán la cuarta parte– y, por primera vez, 56 mujeres tendrán derecho a voto. Todo lo cual lleva a algunos hablar de un “mini concilio”.
Este sínodo sobre sinodalidad tiene una gran importancia porque, por un lado, hasta hoy logró una participación inédita en otros procesos realizados en la Iglesia y porque, por el otro, consolida la identidad como pueblo de Dios que se abre a la escucha de la voz del Espíritu Santo que habla en nuestras comunidades, en el clamor de los pobres y en el geminado de la Tierra.
En cuanto a ciertos temas, ya hubo varios avances, como en el caso del acceso de hombres casados al sacerdocio o el diaconado femenino en el sínodo sobre la Amazonía y en la apertura a los divorciados en nueva unión en la exhortación apostólica “Amores Laetitia”, pero que se podrá continuar profundizando su tratamiento”.
Además, la Iglesia considera un hecho alentador y un incentivo a seguir buscando espacios de mayor participación de los laicos, especialmente de las laicas y los jóvenes, que 56 mujeres participen con derecho a voto.
El sínodo abre una etapa nueva en el camino de toda la Iglesia y es sin duda una oportunidad para profundizar en las grandes orientaciones que Francisco le dio desde su exhortación apostólica Evangelio Gaudium.
El Papa convocó a participar a exponentes de principales corrientes internas. Por caso, al conservador cardenal Gerard Müller, prefecto emérito de la congregación para la Doctrina de la Fe y severo crítico de varias decisiones de Francisco, entre ellas la convocatoria al sínodo: “Es una protestantización de facto”, afirmó. Pero también a personalidades progresistas como el jesuita estadounidense James Martin, que aboga por la inclusión de los homosexuales.
Ante al riesgo de que se produzcan discusiones ideológicas, el Papa no se cansa de recordar que todo sínodo “no es un congreso o un parlamento, sino una Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios”. Así, su revolución cultural en la Iglesia se encamina a llegar a su punto más alto.
FUENTE: Cadena 3