El gobierno de Javier Milei ha desplegado una política salarial despiadada, diseñada para licuar el poder adquisitivo de los trabajadores mientras la inflación y el costo de vida desbordan cualquier parámetro de estabilidad económica. Desde su asunción, la gestión libertaria no solo ha negado cualquier recomposición real del salario, sino que ha hecho del empobrecimiento una herramienta de gobierno.

El salario de los empleados públicos fue uno de los primeros blancos de este esquema de ajuste. Con aumentos irrisorios del 6,6% en julio y agosto, 3% en septiembre y octubre, y otro 3% en noviembre, Milei selló la caída real de los sueldos frente a una inflación que trepó al 117,8% anual. El bono de $30.000 en diciembre no fue más que un paliativo simbólico, incapaz de revertir una pérdida que se estima en un 30% del poder adquisitivo en apenas un año.
El objetivo es claro: el gobierno ha convertido el salario en la variable de ajuste para contener la inflación. No hay un plan de desarrollo, no hay una política de recuperación del empleo ni de fortalecimiento del consumo. La estrategia consiste en congelar los ingresos, reducir el gasto público y dejar que el mercado dicte su sentencia, sin importar el nivel de miseria que esto implique para millones de argentinos.
Mientras tanto, en el Congreso, Milei arremetió con su retórica de la “casta”, pero fue incapaz de frenar los intentos de aumentos escandalosos de legisladores y funcionarios. Su discurso de austeridad choca de frente con una realidad donde el ajuste solo lo pagan los trabajadores, mientras que los sectores de privilegio continúan blindados.
El saldo es lapidario: Milei prometió dolarización y lo único que dolarizó fue la pobreza. La brutalidad de su programa de gobierno no solo golpea a los empleados estatales, sino que arrastra a toda la economía a una espiral recesiva, donde la caída del salario real impacta en el consumo y profundiza la crisis.
El presidente celebra la caída de la inflación como un logro, pero oculta que la contrapartida ha sido la destrucción del poder adquisitivo. No hay estabilización económica sin una recuperación real de los salarios. Sin eso, lo único que se consolida es el saqueo institucionalizado de los ingresos de los trabajadores.
Y cuando ya no quede más por recortar, cuando el ajuste haya convertido el salario en cenizas y el mercado interno sea apenas un espejismo, ¿qué quedará de la Argentina que alguna vez se construyó sobre la promesa de la movilidad social?